jueves, 3 de mayo de 2012

Deja el gato tranquilo Juan Manuel.



Me levanto y lo veo quieto, duro, frío, y el color ya no era el mismo. Con lagrimas en los ojos trato de reanimarlo y no hay caso, no puedo hacer nada.
Lo llevo al especialista Jorge, que lo mira y dice -: señor ya no tiene remedio, está muerto. -: no me diga eso mi amigo, usted que siempre estuvo en las buenas y en las malas, que lo vio nacer, que creyó que él y yo seriamos uno. ¡Haga algo!
-: Pero señor yo se que está mal esto que le voy a decir, pero es la verdad y ante la verdad no hay nada que hacer. La ciencia ya no nos puede ayudar. Solo quedaría un milagro, y yo mi amigo soy un hombre de ciencia y no de creencias.
Ante esta respuesta sentí un crash en el medio del pecho, una sensación rara angustiante, mi corazón se había roto.
De pronto mis ojos se humedecieron y esa sensación angustiante quería salir hacia afuera. Hice lo imposible para que esto no suceda, quería afrontar la situación de la mejor manera, pero bueno, como se afronta una situación así, que es lo mejor y que no. Así que no pude contenerme y rompí en llanto. Fue algo embarazoso inclusive para Jorge que trataba de consolarme. Hasta que no se aguanto más y me sujeta con fuerza de los brazos y con un movimiento fuerte y brusco me dice -: Juan asumilo, sos pelado! ¿ Hasta cuándo vas a ocultarlo y vivirlo con vergüenza?.

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